El
Siervo de Dios Hermano Victorino
Una reflexión a partir de la Apertura de su causa de Beatificación.
San Juan, Puerto Rico.
septiembre
2000
El viernes 8 de septiembre de este año 2000, además de celebrar la Iglesia
Universal la fiesta de la Natividad de Maria, y la Iglesia cubana, la de la
Virgen de la Caridad del Cobre, tuvimos la alegría, muy propia de este año
jubilar, ver comenzado oficialmente, el proceso de causa de Beatificación de
este Hermano nuestro, a quien conocí muy de cerca. Él fue Asesor del Grupo
Universitario San Jerónimo cuando yo estudiaba en la Universidad, luego viví
10 años con él en la comunidad del Vedado, y estuve junto a él de distintas
formas los 5 años de su segundo
exilio.
Los actos del 8 y el 9 de septiembre fueron todos magníficos. Son de esos que dejan una huella imborrable, y que seguramente recordaremos por mucho tiempo. El apoyo no solo oficial, sino mucho más, fraterno, amable, sincero, del Arzobispo de San Juan, Mons. Roberto González, amigo de muchos años del pueblo cubano, le dio una tónica especial a todos los encuentros. La preparación minuciosa de todos los detalles, dirigida por el H. Rodolfo Meoli, Postulador y el H. Wilfredo, Vice-Postulador, hizo que el acto fuera sencillo y serio la vez. A la ceremonia siguió una rueda de prensa, también muy organizada, con una invitación directa del Arzobispado para esa ocasión y con una respuesta atenta de los invitados.
Por la noche, se celebró la Misa de
la Fiesta, en la iglesia de Santa Teresita, amplia y hermosa. A los Hnos.
Wilfredo y servidor nos colocaron en el primer banco, al igual que el matrimonio
que preside el Comité Internacional de los Antiguos Federados de la Juventud
Católica Cubana Wenceslao Ortega, antiguo alumno nuestro y su esposa Finita
Rodríguez, hermana de antiguo alumno. La
Misa fue concelebrada por el Sr. Arzobispo con un numeroso grupo de sacerdotes.
El coro cantó todo el tiempo música cubana, y en su homilía, Monseñor se
refirió al acto de la tarde, la vida del Hno. Victorino, y la presencia allí
del Hno. Vice-Postulador H. Wilfredo. También anunció que al final de la Misa
se rezaría la Oración por su glorificación que se repartiría más tarde. Al
llegar el momento del Saludo de paz, bajó él a saludarnos a los del primer
banco, y al terminar la Misa, después de rezar la oración anunciada, se acercó
a un servidor, me dio un abrazo muy emotivo y me pidió lo transmitiera a Mons.
Adolfo Rodríguez, Presidente de la Conferencia Episcopal Cubana y a los demás
Obispos cubanos.
El sábado 9 fuimos a la tumba de los Hermanos, donde está el Hno. Victorino con otros 3 Hermanos: Adelino Gabriel, Luis Pi y Basilio. Allí rezamos una para-liturgia muy apropiada para la ocasión, y el Hno. Wilfredo habló sobre algunos aspectos de la vida del Hermano. Luego fuimos al colegio, donde el Padre Alberto Villaverde SJ, antiguo federado, celebró la Eucaristía, participando varios en la homilía. Después hubo un almuerzo de confraternidad que cerró las actividades.
Realmente, creo poder decir, mejor no pudo estar todo.
Pero quiero referirme a algo que me ha quedado. El Sr. Arzobispo en algún momento de sus explicaciones en los actos del Arzobispado, se refirió a la corta labor del Hno. Victorino en Puerto Rico, como algo digno de tenerse en cuenta. Más o menos dijo que cuando muchos quieren retirarse o jubilarse temprano, para descansar, el Hno., a pesar de sus largos años, seguía preocupándose por sus antiguos alumnos o sus antiguos federados, y quería estar junto a ellos, para ayudarlos o animarlos. Eso fue referido varias veces en esos encuentros, relatados por los propios laicos que asistieron a las ceremonias, algunos de los cuales solían llevar al Hno. de un lado para otro y eran testigos de los distintos casos que se les iban presentando en esas visitas. El ansia del querido Hermano por estar aquí o allá tema una base altamente apostólica, era el celo de las almas, el deseo de ayudar y de acompañar. Y allí se olvidaban los años, porque se pensaba en los demás y en sus problemas.
Este
celo, muy Lasallista, muy del espíritu que nos dejó nuestro Santo Padre La
Salle, que es consecuencia y expresión de la vida de fe en el educador
cristiano, ha sido uno de los rasgos característicos del Hno. Victorino, y así
lo mantuvo hasta el final de su vida. Por ese celo descubrió las necesidades de
los jóvenes egresados de las Escuelas Católicas, y fundó la Juventud Católica.
Por ese celo, siguió toda su vida, pensando en ellos y creando muevas obras
complementarias, el Hogar Católico Universitario, los Equipos de Matrimonios
Cristianos, etc. Por ese celo, trataba de visitar continuamente a cuantos podía,
para llevar paz, consuelo, ayuda, vida cristiana, a los mismos hogares.
Cuánto
bien en una vida de 81 años! ¡ Cuántas maravillas puede hacer un alma cuando
se entrega a Dios y se deja llevar por Él!
¡Cuánto bien podríamos hacer nosotros también si sabemos imitar los pasos del H. Victorino!
Hermanos y Cooperadores asociados, Antiguos alumnos y miembros de los Grupos Lasallistas.
Abramos
los Ojos y Veamos a Nuestro Alrededor.
Nuestros alumnos esperan por
nosotros en nuestras aulas y salones, no sólo para que les demos clase, sino
sobre todo para que les llenemos de eso que otros no les dan, la sabiduría
divina, el amor de Dios, el gusto por lo espiritual.
Nuestros antiguos alumnos
menos jóvenes, y aún los ya ancianos, también necesitan nuestro acercamiento
y nuestro interés en ellos, necesitan que les demos algo de nuestro tiempo, de
nuestra vida, de nuestro derecho al descanso y a la tranquilidad, algo de
nosotros mismos, porque ellos, al fin y al cabo, también son parte de nosotros
mismos. Los hemos engendrado en Cristo y debemos seguir atendiéndolos en
Cristo.
¿Quién lo hará, si nosotros no lo hacemos?
Por todas partes nos piden más Hermanos y Educadores cristianos, nos piden
nuevas obras escolares o no escolares. Nos damos cuenta de que no somos
bastantes, que hacen falta más, muchos más, educadores cristianos, Hermanos y
laicos
¿Oramos bastante por las vocaciones para educadores cristianos, hermanos y
laicos? ¿Acompañamos con interés,
organización y constancia a los jóvenes que tienen inquietudes vocacionales? ¿Nos
atrevemos a despertar en ellos la preocupación vocacional?
Aquí tenemos algo de lo que
se podría hacer, si deseamos hacer algo. Juntos y por Asociación, Laicos y
Hermanos, debemos aceptar juntos el reto del presente, para construir juntos un
futuro mejor. Pidamos al Señor, que si es su voluntad, se digne glorificar al
Hermano Victorino. Pero sobre todo, pidámosle que aumente en nosotros el celo
apostólico, y podamos así imitar su ejemplo en el esfuerzo de implantar su
Reino.
10
DE SEPTIEMBRE DEL 2000
Hno.
Osvaldo Morales fsc